

A menudo me parece especialmente complicado fotografiar a bebés,
porque claro, van a su bola,
y es que ni ellos suelen saber controlarse a sí mismos.
A veces nadie sabe qué les va a hacer gracia,
y pillarles sonrientes puede ser toda una apoteosis.
Un sonido, un gesto, una mosca.
Al buscar con ellos el juego,
al fijarme el brillo de esos ojos risueños y vulnerables
surgen momentos que merecen la pena.
Es el cariño natural
hacia esos diminutos seres
que nos necesitan.
– A Naroa