Balmaseda es la histórica primera villa de Bizkaia. Un municipio de algo más de 7 mil habitantes en el que prácticamente «todo Cristo» se conoce, gracias en gran parte a sus guapas fiestas y celebraciones mítiquísimas, como la tradicional representación en vivo de la Pasión del susodicho, en Semana Santa, el histórico mercado medieval, el multitudinario concurso de pucheras, o la mítica subida popular a uno de los 5 montes bocineros de Bizkaia, el monte Kolitza.
Yo no es que sea un tipo al que le vaya especialmente lo tradicional, ni mucho menos, pero valoro mucho toda costumbre pacífica y festiva que genere lo que éstas generan en las relaciones sociales de sus happynawers participantes. Qué caña la familiaridad y el rollazo que se trae el entorno de Mikel y Naiara, gente de Balma de toda la vida.

La salida de la ceremonia fue uno de los grandes momentos, en el que los respectivos hermanos y hermanas les dedicaron el aurresku de honor.

También el aita de la novia quiso hacerles un homenaje personal que a mí me encantó. En la puerta de la imponente Iglesia gótica de San Severino, del siglo XV, a la salida, quiso tomarse su txakolí de la tierra. Uno que él mismo cultiva y fabrica en el pueblo. Y así lo hizo como podrás apreciar en la siguiente serie fotográfica 🙂 En los detalles está la magia de la vida! 🙂

En sintonía con la familiaridad de esta boda, los novios quisieron comenzar el día cerca de los suyos, cada uno en el hogar donde crecieron hasta hacerse mayorcitos, y bien que lo agradecieron quienes los trajeron al mundo 🙂

El restaurante estaba a 10 minutos andando desde la Iglesia, así que quisieron darse un paseo hasta allí por el camino del río y por el famoso Puente Viejo de Balmaseda (s.XIII). Esta villa reúne un montón de construcciones ancestrales, y todo está muy cerca. Perderse por sus calles es algo que puede resultar muy divertido para quien no lo conozca.

Tras un paseito oxigenador, todas sus amigos y su gente les esperaba en el Hotel Convento San Roque, antiguo monasterio de Santa Clara construido en el siglo XVII. Un lugar recogido y característico de la zona donde ‘el comercio’, ‘el bebercio’, y las muestras de aprecio serían los protagonistas durante toda una tarde muy especial, de un 7 de julio San Fermín.